“Desde Nuestro Flow, hemos venido reflexionando sobre esta temática creyendo profundamente que es necesario cambiar el lenguaje para que de esta manera cambien algunos comportamientos discriminatorios”

Nuestra co fundadora, Andrea González, comparte esta columna con la cual queremos iniciar y expandir la conversación sobre el Lenguaje Incluyente, y cómo podemos transformar nuestras mentes.

Dicen que como hablamos pensamos, sentimos e incluso actuamos; sin embargo, en mi experiencia la acción de hablar por mucho tiempo fue una acción con poca atención e incluso de muy baja intensión. Hablar, para las personas que nacemos con el privilegio de hablar, es una acción que parece ser intrínseca; tanto así que pocas veces nos detenemos a pensar exactamente sobre las palabras que usamos, su significado, el efecto que generan sobre nuestra forma de ver el mundo y en cómo influyen en la manera en que nos relacionamos.

Desde hace unos años comencé a entender que el lenguaje es una herramienta para construir mi propio mundo. Desde la neurolingüística, el coaching y hasta desde la de meditación, dicen que el lenguaje, las frases y las palabras que usamos y nos repetimos constantemente configuran nuestra imagen, nuestras metas, nuestros logros y miedos. No es en vano que existan mantras para configurar nuestros deseos, o que los múltiples libros de autoayuda nos recomienden usar palabras y escribirlas donde podamos verlas para repetirnos constantemente algo que queremos cambiar, mejorar o aplicar.

Es por esto, que en este descubriendo frente al poder del lenguaje existe aún un pedazo de la historia que está por escribirse que es sobre el lenguaje incluyente o inclusivo. Un tema que ha empezado a discutirse desde hace ya un tiempo, y que al incluir una mirada feminista posiblemente está lleno de estereotipos, prejuicios y miedos al ser abordado. El lenguaje incluyente -como prefiero llamarlo- surge de la necesidad de cuestionar el poder que tiene y ha tenido el lenguaje en la configuración de lo que significa ser mujer o ser hombre en nuestra sociedad. De esta manera, uno de los primeros pasos para acercarnos al lenguaje incluyente es ser conscientes de que nuestro idioma, el castellano (aclarando así que no en todos los idiomas funciona de la misma manera), el lenguaje y las palabras que usamos en su mayoría están construidas desde lo masculino, configurando una generalidad que invalida o desconoce todo lo otro que no entra dentro de esta categoría.

Y es que hablar del lenguaje incluyente es cuestionar el patriarcado y la supremacía masculina dominante que comienza con las palabras para construir una sociedad entorno al hombre. Hablar del lenguaje incluyente es permitirle al cerebro entender que con las palabras invisibilizamos la totalidad de las personas que componen el mundo, y que de esta manera comienzan las desigualdades sociales. Es por esto que, permitirnos hablar desde un lenguaje incluyente es reconfigurar nuestro cerebro y pensar conscientemente sobre las palabras adecuadas que debemos usar para incluir a todas las personas por igual, y de esta manera darnos cuenta que lo binario se está derrumbando y que, estemos de acuerdo o no, la realidad es que somos más que un género, somos muchas maneras de ser y de sentir.

Sobre el mundo del lenguaje incluyente está todo por resolverse, pues nadie sabe a ciencia cierta cómo abordarlo o cuál es la mejor manera de hacerlo. Varios grupos activistas y feministas han propuesto el uso del símbolo “@” en algunas palabras para representar a las personas que no se identifican con lo binario, masculino y femenino. Otros movimientos proponen utilizar constantemente palabras femeninas, masculinas y terminadas con la letra “e” como por ejemplo las/los/les, ellas/ellos/elles, nosotras/nosotros/nosotres etc. Y han sido muchas las personas que opinan que estas propuestas no cambian de raíz el machismo por lo tanto no consideran necesario hablar del lenguaje incluyente.

Desde Nuestro Flow, hemos venido reflexionando sobre esta temática creyendo profundamente que es necesario cambiar el lenguaje para que de esta manera cambien algunos comportamientos discriminatorios, machistas y racistas que empiezan con las palabras y con frases cotidianas que son naturalizadas, y que por ende poco reflexionamos sobre ellas. Nos hemos dado cuenta que utilizar un lenguaje incluyente permite tomarse el tiempo para escribir y hablar de una manera consciente, y así utilizar las mejores palabras para que todas las personas se sientan conectadas y representadas con lo que hacemos.

Dentro de este camino conocimos la Guía del Lenguaje Inclusivo de Género del Consejo Nacional de Cultural y las Artes del Gobierno de Chile, el que nos propone distintas maneras de abordar el lenguaje incluyente alejando de este concepto lo que se piensa frente a que el lenguaje incluyente es: una guerra de sexos o una batalla contra los hombres. Con esta guía nos dimos cuenta que hablar de utilizar un lenguaje incluyente es abrir una puerta a otras palabras que poco usamos, que se encuentran en nuestro vocabulario y que son muy poderosas para poder referirse a toda la población.

Existen palabras que podemos utilizar de manera global y nos ayudan a reemplazar palabras que usualmente utilizamos en masculino o en donde agregamos las distintas categorías y posiblemente no sea necesario, por ejemplo:

– Cambiemos Los ciudadanos por “La ciudadanía”

– Cambiemos Las y los niños por “La niñez” o “la población infante”

– Cambiemos Las y los expertos por “Las personas expertas’

Estos son algunos ejemplos de los muchos que podría citar, y con los que me encuentro diariamente desde que he comenzado a hacer un ejercicio consciente al momento de hablar, escribir y por supuesto pensar. Y es que parece sencillo e incluso de poca importancia cambiar algunas palabras por otras, pero si las ubicamos en contextos cruciales podemos identificar lo importante de generar estos cambios. En el contexto escolar, por traer a colación alguno, existen distintos ejemplos que nos demuestran la necesidad de utilizar palabras que representen por igual a la población estudiantil. Leí por redes sociales el siguiente ejemplo que relata una situación muy común y en la que se puede identificar lo peligroso que es utilizar un lenguaje volcado a lo masculino en la infancia, pues es cuando se está configurando la identidad de las personas.

El ejemplo es bastante popular en redes sociales; lo parafraseo:

La profesora entra al salón de clases y dice:

—Niños, por favor, salgan ordenadamente del salón para la ceremonia de honores a la bandera.

—¿También las niñas? —pregunta alguna suspicaz—.

—Sí —se impacienta la maestra—, cuando digo “niños” me refiero también a las niñas; el masculino plural las incluye a ustedes.

Más tarde, ese mismo día, la profesora dice:

—Los niños que quieran inscribirse al equipo de futbol, anótense en una lista.

Cuando la lista llega a manos de la maestra, advierte que varias niñas escribieron sus nombres.

—Lo siento, pero en esta ocasión sólo pueden inscribirse los varones, las niñas no. Por eso dije claramente “niños”.

Este ejemplo, nos demuestra que desde una edad temprana las mujeres estamos en una constante confusión frente a nuestro rol en la sociedad, frente a lo que podemos o no hacer y, lastimosamente, frente a lo que define cuando sentirnos representadas. En este caso, la palabra “niños” está llena de exclusión, marginación y desigualdad. Hay espacios en donde las mujeres no nos sentimos representadas y por lo tanto son espacios al que poco hemos llegado, o cuesta llegar. Son espacios en los que en este momento de la historia se ha hecho evidente nuestra baja representación, y se ha hecho evidente también la necesidad de este si queremos aportar a la igualdad y la inclusión.

Por esto y mucho más es que el lenguaje incluyente es un paso importante para deconstruir las bases de una sociedad machista, binaria, conservadora y cambiarla por una líquida, cambiable, adaptable y dispuesta a conocer toda la diversidad de personas que la componemos. El lenguaje incluyente es una herramienta para construir sociedades dispuestas a asumir los retos que diariamente se nos presentan, es por eso que usarlo adecuadamente debe de ser un compromiso desde su uso en la cotidianidad, pasando por el compromiso de las instituciones educativas, las empresas y las organizaciones.

Sobre el lenguaje incluyente hay mucho por analizar, cuestionar, reflexionar y sensibilizar. Si quieren conocer más sobre el lenguaje incluyente y ser parte de esta construcción que se está generando, escríbenos, en conjunto podremos crear acciones que nos lleven a caminar por este mundo fantástico que tiene todo para explorar.

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